DESCRIPCIÓN
- Tipologías:
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Azulejos
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Zócalos
- Cronología:
- 1948 - 1948
- P.Históricos:
- Edad Contemporánea
- Estilos:
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Estilo historicista
- Escuelas:
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Escuela andaluza
- Iconografías:
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Muerte de Jesús
Descripción
En el centro de la escena se representa a Jesús vestido con túnica roja y manto azul, con nimbo dorado sobre su cabeza, mientras contempla a Pilato, sentado en el pretorio, donde se va a pronunciar su sentencia. Aparece vestido a la romana, con corona, representándose en el momento en el que, después de haber intentado salvar a Jesús, dándose cuenta de que aumentaba el tumulto y la agitación de los asistentes, se lava las manos en una pequeña patena que le ofrece un niño proclamando en este instante: "Yo soy inocente de esta sangre; vosotros veáis. Y todo el pueblo contestó diciendo: Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos".
Tras Pilato y el niño aparecen representados dos personajes que contemplan el proceso a los que no identificamos, al igual que junto a Jesús, hay una persona, igualmente vestido con túnica y manto, que probablemente pudiera ser Barrabás, el famoso bandido a quien Pilato ofrece a la muchedumbre a cambio de la vida de Jesús. No obstante, según relatan las fuentes los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron al pueblo para que pidiese a Pilato que soltaran a Barrabás y condenara a Cristo a ser crucificado.
Se produjeron dos procesos y dos interrogatorios antes de condenar a Jesús a morir en la cruz, un proceso religioso y otro político, de manera que Cristo compareció ante el sumo sacerdote (Caifás) y el procurador romano (Poncio Pilato).
En todo caso, las fuentes escritas introducen a otros personajes que supuestamente intervinieron en el proceso: Anás, suegro de Caifás y sumo sacerdote, además del tetrarca de Galilea, Herodes Antipas.
Igualmente se producirían dos escarnios de Cristo: uno en el sanedrín y el otro en el pretorio.
El lavatorio de manos no era un gesto romano sino un rito hebreo. Después de un asesinato los judíos incriminados tenían la costumbre de lavarse las manos para afirmar su inocencia. Por este motivo podría ser dudoso que un procurador romano haya consumado este gesto simbólico.