El método y las técnicas de la arqueología subacuática no difieren de las empleadas en tierra, si bien tienen que adaptarse al medio húmedo. El proceso de investigación sigue una serie de fases:
El primer paso consiste en analizar las fuentes escritas, orales, arqueológicas y cartográficas que aporten información sobre la zona de actuación.
Definida la zona, es preciso reconocer el terreno al objeto de detectar, posicionar e identificar los restos que se encuentren en superficie.
En la fase de excavación se eliminan los sedimentos y se registra toda la información. Al tratarse de un proceso irreversible, se aconseja que sea el último recurso.
Para impedir el deterioro de los restos los restauradores tomarán medidas preventivas. Si no existen garantías para su preservación fuera del agua, es preferible conservarlas in situ.
Para reconstruir la historia del sitio, es necesario interpretar los datos obtenidos del análisis documental y arqueológico.
Conocer nuestro patrimonio es un derecho de todos. Por ello, es fundamental que toda intervención arqueológica finalice difundiendo a la sociedad los resultados obtenidos.
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