Apicultura

La apicultura es una práctica milenaria de crianza y gestión de las abejas para la producción de miel y otros derivados.

Constituye un patrimonio cultural inmaterial con profundas raíces históricas, con evidencias arqueológicas, como las pinturas rupestres de la Cueva de la Araña en Bicorp (Valencia, España) que datan de hace 9000 años en las que se documenta la recolección de miel con técnicas similares a las actuales. Esta actividad agropecuaria combina conocimientos ecológicos tradicionales con técnicas artesanales transmitidas generacionalmente, configurando paisajes culturales donde convergen biodiversidad y saberes locales, como los de los corredores apícolas de la Alpujarra en Andalucía.

Relación con los ODS

La apicultura actúa transversalmente de múltiples Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Por ejemplo, contribuye al ODS 15 (Vida de ecosistemas terrestres) al polinizar el 75% de los cultivos alimentarios según la FAO, lo que ayuda a preservar la biodiversidad. Además, genera empleo digno en áreas rurales, que contribuye a reducir la pobreza mediante economías circulares, lo que se alinea con los ODS 1 (Fin de la pobreza) y 8 (Trabajo decente y crecimiento económico), ya que sustenta el 80% de explotaciones familiares en España. También es relevante para el ODS 13 (Acción climática), ya que los apiarios funcionan como bioindicadores ambientales, que permiten detectar cambios en los patrones florales y térmicos. Finalmente, fomenta la producción sostenible mediante técnicas de cosecha ética y manejo integrado de plagas, en consonancia con el ODS 12 (Producción y consumo responsables).

Estrategia de actuación

Frente al cambio climático, la apicultura despliega mecanismos duales de adaptación y mitigación. Por un lado, la adaptación tecnológica reciente incluye sistemas de monitoreo que permiten ajustar la gestión colmenar a variaciones térmicas, lo cual reduce significativamente la mortalidad de enjambres durante olas de calor del 30% al 12%. La selección genética de abejas melíferas resistentes a patógenos emergentes incrementa también la resiliencia biológica, que permite la supervivencia del 90%, frente al 50% en cepas convencionales. Por otro lado, la mitigación ecosistémica se logra mediante la polinización, que favorece la captura de CO_₂ en bosques y cultivos, que llega a suponer 2,5 t/ha/año en los robledales ibéricos. También se ha mostrado muy adecuada en proyectos de reforestación con flora melífera aumentando la producción apícola mientras se van regenerando suelos degradados.

La apicultura tradicional, reconocida por la UNESCO como patrimonio inmaterial en el caso de la apicultura en los árboles, encarna un modelo de gobernanza biocultural que combina sabiduría ancestral con ciencia climática. Técnicas como la trashumancia apícola ofrecen soluciones basadas en la naturaleza para la gestión climática. En España se ha declarado la apicultura como Patrimonio Cultural Inmaterial en 2025, destacando su importancia ecosistémica y su papel en la detección del cambio climático. Este entramado de conocimientos posiciona a la apicultura como estrategia clave para la transición socioecológica, articulando conservación patrimonial con adaptación climática inteligente.