La horticultura es la práctica del cultivo de plantas en huertos, especialmente hortalizas y hierbas aromáticas o medicinales, con fines alimentarios, ornamentales o terapéuticos.
Su origen etimológico proviene del latín hortus (jardín o huerto) y cultura (cultivo), reflejando una tradición ancestral que combina conocimientos científicos, tecnológicos y saberes tradicionales. Esta actividad integra sistemas agroecológicos que regulan microclimas urbanos, preservan variedades vegetales autóctonos y optimizan ciclos biogeoquímicos del suelo. Más allá de su función productiva, la horticultura se ha convertido en una herramienta clave para promover la sostenibilidad, conservar la biodiversidad y enfrentar los retos del cambio climático mediante la captura de carbono en suelos o la creación de corredores biológicos urbanos.
Relación con los ODS
Este conocimiento tradicional está estrechamente vinculado con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030. Contribuye al ODS 2 (Hambre Cero), al fomentar la seguridad alimentaria mediante el cultivo sostenible de alimentos ricos en nutrientes y accesibles para el comercio de proximidad en áreas urbanas. También está alineado con el ODS 13 (Acción por el Clima), ya que adopta prácticas agrícolas, como el uso de cubiertas vegetales o la retención de carbono, que reducen las emisiones de gases de efecto invernadero y fortalecen la resiliencia frente a fenómenos climáticos extremos. Asimismo, apoya el ODS 12 (Producción y Consumo Responsables), a través de modelos más eficientes para el mantenimiento de la fertilidad del suelo y el uso de recursos hídricos y energéticos. Estas intersecciones hacen de la horticultura una actividad esencial para avanzar hacia un desarrollo más equilibrado y sostenible.
Estrategia de actuación
En el contexto del cambio climático, la horticultura desempeña un papel estratégico tanto en la adaptación como en la mitigación de sus efectos. Por un lado, permite la selección y cultivo de variedades vegetales resistentes a condiciones extremas como sequías o altas temperaturas, asegurando la productividad agrícola incluso en escenarios adversos. Por otro lado, prácticas como el uso de coberturas orgánicas del suelo o cultivos perennes contribuyen al secuestro de carbono, ayudando a reducir los niveles de CO₂ en la atmósfera. Además, tecnologías como los sistemas de riego eficientes optimizan el uso del agua en regiones afectadas por estrés hídrico, garantizando una producción sostenible.
En definitiva, los conocimientos ligados a la horticultura no solo contribuyen a la seguridad alimentaria global, sino que también suponen una herramienta poderosa para mitigar los efectos del cambio climático y adaptarse a ellos. La integración de estos conocimientos con soluciones innovadoras, ayuda a preservar los ecosistemas y a mantener saberes vernáculos que enriquecen nuestra relación con el entorno natural.
Referencias:
- Food and Agriculture Organization of the United Nations (FAO). (2017). The future of food and agriculture: Trends and challenges. FAO.
- Martí, P., & García-Mayor, C. (2020). The Huerta Agricultural Landscape in the Spanish Mediterranean Arc: One Landscape, Two Perspectives, Three Specific Huertas. Land, 9(11), 460. https://doi.org/10.3390/land9110460
- Organización de las Naciones Unidas (ONU). (2015). Transformar nuestro mundo: La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Naciones Unidas.
- United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization (UNESCO). (2021). Knowledge for climate action: Strengthening climate resilience through knowledge.





