Sistemas de riego tradicional

Los sistemas de riego tradicional, como los documentados en Andalucía, constituyen un patrimonio cultural inmaterial que integra conocimientos técnicos, organización social y prácticas sostenibles desarrolladas durante siglos.

Basados en principios hidráulicos que aprovechan la gravedad, utilizan infraestructuras artesanales como acequias, albercas y azudes para distribuir el agua desde fuentes naturales hacia terrenos agrícolas. La eficiencia de estos sistemas se evidencia en su capacidad para mantener la productividad agrícola con un uso mínimo de recursos externos, además de contribuir a la recarga de acuíferos y al mantenimiento de ecosistemas relacionados. Estas técnicas, transmitidas mediante aprendizaje observacional y gestión comunitaria, representan modelos de adaptación al medio que hoy adquieren relevancia estratégica frente al cambio climático.

Relación con los ODS

Su relación con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) es directa y significativa: contribuyen al ODS 6 (Agua limpia y saneamiento) mediante el uso eficiente de recursos hídricos, logrando hasta un 30% más de productividad por unidad de agua respecto a métodos modernos. Además, su mantenimiento colaborativo fortalece la gobernanza local que implica el ODS 11 (Ciudades y comunidades sostenibles), mientras que la conservación de agroecosistemas asociados preserva la biodiversidad endémica se alinea con el ODS 15 (Vida de ecosistemas terrestres). También se relaciona con el ODS 2 (Hambre cero) al sostener la seguridad alimentaria a través de cultivos resilientes y variedades autóctonas adaptadas.

Estrategia de actuación

La infraestructura hidráulica tradicional muestra una notable flexibilidad ante las variaciones pluviométricas, lo que la convierte en una herramienta clave para la adaptación climática. En Andalucía, por ejemplo, las huertas del Aljarafe y Alcores, cerca de Sevilla, y los navazos de Sanlúcar-Chipiona-Rota, destacan por su capacidad para mantener la productividad agrícola en condiciones climáticas adversas. Estas prácticas no solo protegen los suelos, sino que también garantizan la continuidad de la actividad agrícola, demostrando su capacidad para mantener la productividad y la estabilidad de los ecosistemas.

Además de su función adaptativa, los sistemas de riego tradicional tienen un potencial mitigador significativo. Funcionan como sumideros de carbono mediante la conservación de suelos orgánicos y vegetación riparia. Estudios realizados en las huertas tradicionales de Andalucía, como las de Castro del Río y Palma del Río, demuestran que estos sistemas mantienen un 15% más de materia orgánica que áreas de riego tecnificado. Su bajo consumo energético, con apenas 0,2 kWh/m³ frente a los 1,5 kWh/m³ del riego por goteo, reduce considerablemente la huella de carbono agrícola. Igualmente, los sistemas tradicionales de riego se han convertido en ocasiones en corredores ecológicos, como en el caso de la Alpujarra granadina. Estas características los convierten en soluciones basadas en la naturaleza, donde convergen sostenibilidad ambiental, justicia social y saber cultural.

Referencias:

Material bibliográfico-documental

Prácticas, experiencias y territorios relacionados