Transformación de materia mineral

Las prácticas de transformación mineral tradicional —como la piedra en seco, el tapial, la producción artesanal de cal y la ladrillería tradicional— representan un diálogo histórico entre comunidades y entornos naturales.

Estas técnicas emplean materiales locales como arcillas, rocas calcáreas y biomasa, optimizando recursos sin generar residuos industriales, que suponen solo el 2% de merma frente al 15% en procesos industriales. El tapial, por ejemplo, compacta tierra arcillosa con cal en encofrados de madera, creando muros con alta inercia térmica que reducen hasta un 40% el consumo energético en climatización. Por su parte, la piedra en seco —dispuesta sin mortero— regula microclimas y previene la erosión en laderas, mientras que la cal tradicional, producida en hornos de baja temperatura, emite un 40% menos de CO₂ que el cemento industrial.

Relación con los ODS

Estas prácticas contribuyen directamente a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030. Al emplear materiales de proximidad y reactivar cadenas productivas locales, fortalecen el ODS 8 (Trabajo decente) y el ODS 12 (Producción responsable). Además, su baja huella de carbono —cada m³ de tapial almacena 0,85 kg de CO₂— las alinea con el ODS 13 (Acción climática). Su impacto en la preservación de ecosistemas, mediante la extracción selectiva de minerales y la creación de infraestructuras permeables, responde al ODS 15 (Vida de ecosistemas terrestres), un principio respaldado por la UNESCO en las estrategias de gestión hídrica basadas en prácticas ancestrales.

Estrategia de actuación

Como estrategias climáticas, estas técnicas ofrecen respuestas duales y transversales: mitigan emisiones y adaptan territorios a fenómenos extremos. Las estructuras de piedra en seco incrementan un 30% la retención hídrica en suelos agrícolas, amortiguando sequías, mientras que los muros de tapial reducen hasta 25% la demanda de aire acondicionado en climas cálidos. A esto se suma su circularidad: el 95% de los materiales son reciclables o reintegrables al medio, cumpliendo los criterios de economía circular de la UE.

La integración de estos saberes en políticas públicas podría cubrir el 15% de la demanda global de materiales de construcción con bajo impacto ambiental. Estos saberes son tecnologías ecosociales que redefinen la relación entre actividad humana y entorno. Su revitalización no solo preserva oficios ancestrales, sino que demuestra que la resiliencia climática requiere rescatar la inteligencia biocultural de los paisajes, donde cada piedra, ladrillo o mortero es un acto de coevolución con el planeta.

Referencias:

Material bibliográfico-documental

Prácticas, experiencias y territorios relacionados