Álvaro Gómez Peña (agomez19@us.es) |
Dpto. Prehistoria y Arqueología, Universidad de Sevilla |
abril, 2017 |
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Doctor en Prehistoria por la Universidad de Sevilla. Actualmente ejerce como Profesor Sustituto Interino adscrito al área de Prehistoria de dicha institución. Ha realizado estancias de investigación en el Institute of Archaeology (University College of London), el Instituto de Arqueologia (Universidade de Lisboa) y en el Departamento de Prehistoria (Universidad Complutense de Madrid). Entre sus principales líneas de investigación se encuentra el estudio de la religión, la simbología y la iconografía de las poblaciones protohistóricas de la Península Ibérica, con especial énfasis en sus influencias orientales y su continuidad en época romana. Igualmente, ha venido realizando análisis sobre filosofía de la ciencia aplicada a la arqueología y aplicaciones de la epistemología darwinista en las ciencias humanas. En cuanto al trabajo de campo, en la última década ha dirigido y participado en diversos proyectos de prospecciones arqueológicas en el área del suroeste de la Península Ibérica. |
Resumen |
La piel de toro como símbolo religioso y marcador identitario de la colonización fenicia de la Península Ibérica: una lectura darwinista La presente tesis doctoral analiza la simbología, función, dispersión geográfica y evolución cronológica de los altares y tumbas con forma de piel de toro documentados en la protohistoria de la Península Ibérica. Como resultado se ha propuesto que el empleo de este símbolo formó parte de un culto dinástico de tradición oriental. Dicho ritual conmemoraba el sacrificio primordial de un bóvido a manos de un héroe o monarca legendario. Con la muerte del animal, que simbolizaba el mal en la naturaleza, se controlaban y domeñaban las fuerzas del caos. Dicha creencia, extendida a lo largo del Mediterráneo oriental y el Próximo Oriente al menos desde el III milenio a. de C., fue traída a la península por la población fenicia. El examen de todos los contextos peninsulares permite proponer que durante el Hierro I, la presencia de estos elementos se concentró en el suroeste de la Península Ibérica. Esta dispersión geográfica cambio radicalmente tras la conocida como “crisis del siglo VI a. de C.”. El panorama resultante fue la práctica ausencia de contextos orientales y orientalizantes en la antigua área tartésica y la aparición de los altares y objetos funerarios con forma de piel de toro en el interior de Extremadura, el sureste y el noreste ibéricos. Con la romanización de la península, esta tradición religiosa dejó de profesarse al desarticularse la economía púnica y con ello la red de santuarios donde se realizaban estos cultos. |