- 1665 - 1666
- Óleo sobre lienzo
- 170 x 113 cm
- Procedencia: Iglesia del convento de los Capuchinos
Los franciscanos eran muy devotos del Ángel de la Guarda que acompaña a cada persona, a cada alma hacia el camino de la salvación. En la obra de Murillo toma del brazo a un niño y le dirige la luz que surge desde la parte superior izquierda, quedando ambos vinculados por sus miradas. La pintura simboliza la protección sobre el alma (niño) que inicia el camino de la vida.







